Por Adriana Tafoya
Doy la bienvenida a esta antología, La semilla desnuda, que incluye en sus páginas a 90 poetas, y por consiguiente 90 poemas. Y sobre todo,
doy la bienvenida al título por su poder simbólico que podría tener diversos significantes, pero el que yo quiero ver en él, es esa unión de óvulo y esperma que da por clímax un hermoso ser vivo, nacido desnudo y que tuvo de gestación exactos y cumplidos sus nueve meses; y aquí, creo la intención es más que cabalística al recurrir a 90 poemas para no caer en la simple asociación sagrada. A fin de cuentas, esta es una antología, un nuevo ser incorporándose a la práctica mexicana, con el interés de preservar y
ser semilla de modificación del modo de concebir la creación. Pues como sabemos la intensión principal de cada antologador, sea con criterio conservador o de innovación, es postular con una serie de poetas reunidos, una relectura de la tradición, o al menos de una parte de esta.
Anthony Stanton, comenta en su libro Inventores de tradición: ensayos sobre poesía mexicana moderna (FCE, 1998) que hay tres tipos o modelos de antologías; se refiere a la clasificación que realiza Pedro Salinas para entender el sentido o intento de una compilación. Cito: “Por definición hay tres tipos de antologías: la antología personal, donde priva por completo el gusto del seleccionador. 2. Aquellas que representan una escuela o tendencia literaria, con exclusión de las restantes. 3. Y las que podríamos llamar históricas”. El primer tipo ignora al público, el segundo se dirige a un grupo minoritario de artistas, y el tercero está dirigido a un público extenso, al cual aspira a dar un amplio panorama, lo más neutral e imparcial posible. Aunque es un error frecuente, a la hora de juzgar una antología, aplicarle criterios distintos a los que rigieron su confección.
Esta antología reúne los tres puntos anteriores, pero cada uno de manera diferente a la planteada. No llega a ser una antología personal, pues priva el criterio, y no sólo el gusto, de los antologadores, tan es así, que son tres poetas editores los que la realizaron, y cada uno de ellos con puntos diferentes de vista respecto a los autores y poemas seleccionados. El segundo punto, pese a que el compendio viene de un origen grupal, es decir, una iniciativa de Poetas en Construcción, no está restringido a una estética o tendencia, e incluso hace sólo una pequeña selección de los poetas que participan en el grupo compilador de esta antología, lo cual nos habla también de una visión autocrítica. El tercer punto, es quizá el más definitivo para La semilla desnuda, pues aspira a ser “imparcial”, o lo más imparcial posible para dar una selección completa de buenos poetas mexicanos, según se plantea en el prólogo. Cito: “Una de nuestras exigencias a los autores incluidos fue que sean en realidad poetas, buenos poetas, no de un poema o de tres, que su actitud sea propositiva y honesta, que mantengan un compromiso serio con la creación y con el arte (…) resulta decepcionante el fenómeno que se presenta cuando ciertos simuladores, hábiles conocedores del idioma, intentan disfrazar la voz de la poesía sin conseguirlo; su audacia se queda en juegos verbales que a veces rayan en el disparate, desde nuestro punto de vista ahí no está la poesía, por más que el versificador sea aun importante referente en el mundo de la literatura”.
El nacimiento de La semilla desnuda está demarcado por otras antologías que se editaron en su mismo año, y que son de un carácter si no antagónico, sí bastante distinto, pues en estas obras lo que resalta son los tributos y los homenajes, como es el caso de Tributo a Sabines (He aquí que estamos todos reunidos), compilación de Jorge Contreras Herrera, poeta hidalguense, Editorial Fridaura y Los Ablucionistas, 2010, y Querido (homenaje a Juan Gabriel) Mantarraya Ediciones, 2010. Otra antología por poner el ejemplo, es la del chileno Héctor Hernández Montecinos, con 4M3R1C4 (América), Ventana Abierta, 2010, donde reúne “novísimos” poetas mexicanos y latinoamericanos, desde una óptica estelar, muy personal, nacidos entre 1976 y 1986. Las tres antologías ejemplificadas aquí, nacidas el mismo año que La semilla desnuda, fueron realizadas desde el gusto de sus respectivos antologadores.
Los compiladores del libro que ahora nos reúne, pertenecen al grupo Poetas en Construcción, que cumple 20 años de promover la poesía, que fue fundado en 1991, en Ciudad Nezahualcóyotl, y que desde entonces ha impulsado constantemente la poesía tanto en México, como en Francia, España, Italia, Chile y Cuba. Los compiladores, Kuitláuak Macías, Santos Velázquez y Porfirio García Trejo, pertenecen a la generación de los 50, tal vez por eso su gusto y predilección por los poetas de esa década; como es normal tienen la influencia temporal, pues de los 90 autores antologados, 30 pertenecen a ésta.
Cabe comentar que la generación de los 50 es importante para la poesía nacional por su intenta de incluir en su lenguaje poético el compendio de lo “popular”, pero asumido desde sus respectivas clases sociales; así, los poetas de clase media, o media alta, se dedican a incluir en sus escritos contextos citadinos o laborales, aparte de tomar en muchas ocasiones una estructura que tiende a lo narrativo, o en algunos por lo contrario, la influencia de un Góngora asistido por el jazz, la lectura de los malditos y versos que apuntan a lo ensayístico; retomando la cultura oriental como fondo. En pocas palabras, son poetas universalistas, que tratan de asimilar su entorno en una poética que todavía se percibe algo ajena a sus esenciales circunstancias.
Un importante acierto de la antología, es que reúne nueve generaciones poéticas, desde 1918, con Alí Chumacero, que aún vivía cuando estaba en ciernes la Semilla, hasta Martha Rodríguez Mega, nacida en 1991; esto nos da una visión con buen margen de diferencia de estilos, ideas o corrientes estéticas al realizar el recorrido en nuestra lectura. El compendio cuenta con cuatro importantes poetas de los años 20, como Dolores Castro, Eduardo Lizalde, Rubén Bonifaz Nuño y la recién fallecida y homenajeada, Norma Bazúa Fitch. De los años 30, se seleccionaron sólo ocho de los más importantes poetas: Gabriel Zaid, Juan Bañuelos, Isabel Fraire, Salvador Alcocer, Thelma Nava, Óscar Oliva, Hugo Gutiérrez Vega y José Emilio Pacheco.
De la década de los 40, fueron seleccionados catorce, los más conocidos: Carlos Montemayor, que también falleció en el trayecto de la edición del libro; Homero Aridjis, Max Rojas, Marco Antonio Campos, Elsa Cross, Silvia Pratt, Antonio Deltoro, Ricardo Yáñez, Francisco Hernández, Elva Macías; y los menos conocidos: Olimpia Badillo, Teresa Guarneros, Luis Girarte y Mariángeles Comesaña.
De la generación de los 50, como mencioné anteriormente, es la que más poetas aporta a la antología, con 30, de los cuales la mayoría son de reconocida trayectoria y que son personajes activos de las letras. Los menos sonados, pero no de menor calidad, y por lo mismo importantes de enunciar, son: Efrén Rodríguez Mendoza, Raúl Aceves, Iliana Godoy, Neftalí Coria, Ricardo Ríos, Baudelio Camarillo, Alfredo Espinoza, Jorge Valdez Díaz y Rafael Vargas.
De la década de los 60, se pueden leer 15. Félix Suárez, Raúl Tapia, Mirtha Luz Pérez Robledo, María Baranda, Sergio Cordero, Guillermo Vega Zaragoza, Jorge Fernández Granados, Arturo Terán, Ángel Cuesta, entre otros.
Para los años 70, fueron 13 los seleccionados. Aída Valdepeña, Aleyda Aguirre, Luigi Amara, Hernán Bravo Varela, Andrés Cisneros de la Cruz y Óscar de Pablo, también están antologados Israel Miranda Salas y Mónica Gameros, que se nota son buenos diseñadores, porque ellos realizaron el diseño y producción de esta antología; también participan, Mauro Ramírez, Ricardo Medrano Torres, Balam Rodrigo, entre otros.
De los 80 y 90, la participación fue mínima, con cinco poetas. Me gustaría mencionar a Jonathan Ruiz y Martha Rodríguez Mega.
Como todos sabemos, en las antologías, a nuestro parecer, siempre están los que sobran, y presentes los que faltan. Y aunque, puedo constatar, que esta antología es de muy buena calidad, podría atreverme a asegurar que en un 90% se cumple la alta pretensión de los antologadores, salvo en el 10%, que como cualquier lector y crítico que se digne de serlo, no estaría de acuerdo. Y como los mismos antologadores comentan en el prólogo, cito: “Sabemos que seremos criticados, tanto por los que incluimos, como por los que dejamos fuera”, puedo atreverme a dar mi punto de vista, sobre cuatro poetas que hicieron falta en esta selección: Saúl Ibargoyen, Raúl Renán, Leopoldo Ayala y Enrique González Rojo Arthur, con ellos, seguramente, la antología habría rozado la perfección, pues como también todos sabemos, no hay libro sin erratas.
Ahora sólo cabría preguntarse, ¿qué tenemos en común todos los poetas que estamos aquí antologados?, pues venimos de diferentes sectores, grupos, talleres y cánones. ¿Qué lugar ocupará esta antología en la historia de la poesía mexicana en un panorama poético, en donde nacen cerca de 20 o 30 antologías al año? ¿Logrará pese a su calidad y contundencia enfrentar el peso mediático definido por antologías como El manantial latente, Divino tesoro, Poesía ante la incertidumbre: antología (Nuevos poetas en español), por mencionar las menos, que en apariencia guardan en sus páginas a los poetas mexicanos en su totalidad? ¿Bastará tan sólo con buena poesía, buena calidad poética para enfrentarse a un medio joven y desesperado por destacar en las letras del mundo, donde no hay lugar para 20 o 30 antologías representativas, sino para una sola, como es la triste costumbre de la tradición?
La semilla desnuda comparte en su catálogo muchos nombres de la poesía mexicana que figuran por igual en las antologías mencionadas y otras tantas más, tiene una selección de poemas escogidos con excelente gusto y tino, y sobre todo, interesante es ver que aunque viene de un grupo, tenga apertura a todas la voces, y por ello, le doy la mejor de las suertes, a esta Semilla de la poesía viva en México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario