La premiación se llevó a cabo en el Faro de Oriente con la presencia de Juan Manuel Dávila, editor de Bulimia de Camaleones, Adriana Tafoya, Eloy Rodríguez y Eduardo Cerecedo.
En la fotografía Claudia Torres y Ángel Labra.
Los ganadores fueron:
Primer lugar: Daniel Ángel Labra Hernández Segundo lugar: Claudia Torres Cabrera Tercer lugar: Gerardo Téllez Plancarte
El cadáver de las moscas
En la mañana el aroma de ciruela, de vino y de pan sin levadura como una ofrenda de muertos para muertos: flores de sepultura; tendido en la mesa está el cadáver de las moscas y la cena.
Daniel Ángel Labra
En la foto Claudia recibe un grabado como parte del premio.
Sombras
II
Había llovido toda la mañana, Las gotas tiraban Las flores de carmín Que como todo fino tapete Daban color al suelo, las hojas desolladas, el color aún vivo. ¡Qué color de aquella que el vinto barrió en una húmeda tarde!
VIII
Se caen las flores de bugambilia y al frotarlas con las manos se hacen ceniza
y se pierden en la nada. Claudia Torres Cabrera
III
Todo está quimero, el vacío futuro se toca, lápiz cuneiforme que emigra, se despierta el sol rojo. Camino desangelado, los hirsutos restos
sólo una letra sólo un plumaje
sonámbulo alabastro existe sin aroma, transformación de libertad pide con cara señalada, incestuoso, hojarasca que retorna al paraíso, allá el rebaño de playa donde siempre llega viento.
Gerardo Téllez Plancarte
Adriana Tafoya fue jurado junto con Eduardo Cerecedo en el certamen. En la foto recibe un grabado como obsequio por parte del Faro de Oriente.
Los ganadores serán publicados en la revista Bulimia de Camaleones, y posteriormente, el primer lugar en Verso Destierro.
En la presentación de Moncloe Piscis de José Miguel Lecumberri en el Foro Alicia, no sólo hubo una muy buena tanda de música experimental a cargo del mismísimo Lecumberri, junto con Silverio Sandate, sino que tambén hubo posiciones encontradas, respecto al poemario Moncloe que ya se encuentra agotado. Aquí reproducimos el texto de Juan Carlos Abreu y en seguida el de Ricardo Guzmán Wolffer, quien dedica también un poema a Abreu, después de su intervención en el legendario Foro Alicia. También anexamos fotos del espectáculo.
*Texto leído por Juan Carlos Abreu y Abreu Juan Carlos Abreu en la foto Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna. William Blake. Preámbulo. Con gusto he aceptado a participar en la presentación de ”Moncloe Piscis” de José Miguel Lecumberri, impulsado por dos poderosas razones: la primera es la gran amistad que me intima con el autor; la segunda, simple y sencillamente porque vale la pena hablar largo y tendido sobre la poesía de Lecumberri. Para cumplir con el cometido, he orientado mi modesta disertación a partir de cuatro aspectos cardinales: el contexto, el texto, la esencia (aquello que hace que los versos de Lecuberri sean precisamente poesía y no otra cosa) y la sustancia (aquello que comparte versos de Lecumberri con la demás poesía, o sea, una misma esencia); a partir de estos cuadrantes, tiro mi escuadra sobre la plancha poética de Lecumberri, para entregarme a la tarea especulativa.
Música de Malak
Contexto.El día que se me acercó José Miguel para regalarme su nuevo libro de poesía, lo hizo con una extraña actitud: algo temeroso, con un dejo de vergüenza que se hacía por demás evidente en su ademán nervioso, indeciso (entre acercando y alejándolo de mi mano), tenía el gesto algo atribulado y pálido; ciertamente, me sabe crítico feroz, pero de las tantas veces que en la comunión de tertulianos habíamos compartido nuestros versos, era raro que no me lo ofreciera con la habitual frescura que caracteriza nuestra amistad. Cuando por fin lo tuve entre mis manos, me encontré que el cuerpo del texto estaba como envuelto en un tríptico de tétrico negro, con una espectral portada; mi primera reacción fue preguntarle por qué había inhumado su poesía en un sarcófago; evadió cualquier cuestionamiento adicional pidiéndome que lo leyera y que lo platicáramos después. Por cortesía observé la petición y me reservé para su posterior lectura mis enojos, los que únicamente se vieron amortiguados por la fraterna dedicatoria. Di inicio a mi lectura, con la primera mortificación: un advenedizo prologuista en el innecesario y estéril derroche de tinta titulado “Todas las noches en duelo”, se deja ver como merolico callejero vendedor de baratijas; hace prestidigitaciones y malabares con una palabrería hueca, vacía, que no a ningún lado; como vulgar costurera fue entresacando retazos de versos para coserlos con ordinariez para cubrir sus impúdicas peroraciones baladíes; me permito citar:
“Hay que plantar profetas: pútrido, pétreo, Piscis-psíquico, plus preciosista, placentero y es(Pan)toso, preciso polvo bruñido, abre paso: palabra, piel, primavera, piedra, penumbra, pupila…” Grotesco, sencillamente grotesco el turismo poético de la oblata que se ha atrevido a dejar esto en impreso, como si la poesía se tratara de ingeniosos palíndromos o trabalenguas de slogan publicitario; ¡vaya!, toda esta palabrería sólo digna de un mercenario, un pedigüeño de reconocimiento como escritos, un poetastro mendicante, un proxeneta de las letras; vuelvo a citar: “No ha de entenderse Moncloe Piscis de José Miguel Lecumberri si se lee en la ruta de la convención moral de una poesía hogareña (sic). Se trata de un coleccionista de huesos, lóbrego como un higo amargo que envenena los sueños de los niños. He de decir que Lecumberri no escribe para niños. No esa clase de niños que mueren por un higo envenenado a falta de sueños.” ¿Habrá intuido siquiera este miope prologuista las profundas dimensiones de los versos de Lecumberri?, como aquél quien desde la playa por lo menos percibe los abismos oceánicos que se abrirán a sus pies de caminar unos cuantos metros más allá de la orilla. No. Si acaso algo pudo equilibrar mi furia, son las claridosas palabras de Refugio Pereida en el “Sedimento del prólogo”, las traigo a colación:
Antonio Moreno quien también presentó el libro.
“El caos, la turbulencia, los bajos sentimientos y su música sórdida giran, giran tan abruptamente que pueden incluso llevarnos a creer en las mentiras que inventamos, a sufrir la desdicha del ángel despojado, a disfrutar las mieles de esplendor, a lograr lo casi imposible: la visita en los umbrales sagrados donde es permisible entablar una charla sin menosprecios con Dios o Satanás…” ¡HÁGASE LA LUZ! Con diáfana claridad, la comentarista medrosamente se asoma al hecho de que estamos ante un texto poético, que se recrea en uno de los moumentos de las letras universales “El Paraíso perdido” de John Milton, que tiene la potencia de “Las bodas del cielo y el infierno” de William Blake, y la carga del “Inferno” de August Strindberg. No pude contener la compulsiva maña de hojear el libro, y me encuentro un penoso carnaval de veneciano de sodomitas: falos, torsos, efebos empinados, transvertidos; en fin, imágenes tan distantes y disociadas de la fuerza viril que contienen los versos de Lecumberri, y la religiosa devoción a su mujer amada, Bertha, la musa eterna.
En la foto, Lecumberri.
Tomé el teléfono y luego de escuchar las frescas que le estaba profiriendo me invitó a asumir tolerancia volteriana y aceptar que a veces el autor está sujeto a caprichos editoriales, así que me sugirió olvidarme de lo demás y que leyera su poesía; así fue como hice de lado el contexto. Texto. La composición poética en Lecumberri responde tanto al oficio como a una lúcida inspiración que lo lleva a explorar los diversos rumbos que le marcan la brújula un intelecto ávido y voraz. Aunque de naturaleza iconoclasta, lo mismo incursiona en antiguos escritos herméticos y alquímicos, que hurga en el psicoanálisis freudiano y los arquetipos de Jung, revisa y compara la mitología de todas las épocas, de Oriente, Occidente, Septentrión y Mediodía; reinterpreta la simbología medieval; de tal manera que no es curioso encontrar en sus versos alusiones que al neófito o al distraído, parecieran fuera de lugar; grave error, porque el poeta se vuelve geómetra moviendo el compás para surcar trazos estéticos y estilísticos bien delineados. La amalgama de sentimientos, emociones, reflexiones filosóficas, construcciones intelectuales, abstracciones lógicas, construcciones ideológicas hacen de la poesía de Lecumberri un producto artístico integral, completo. El poeta viaja por su interior, dialoga consigo mismo, se conflictúa y resuelve sus crisis; los mismo abandona toda esperanza de reconciliación con la existencia, y recurre al nihilismo, para encontrar límites y alcances de muerte, de la nada, del vacío, que al fin y al cabo llena con su potencial poético.
Recurre al erotismo, como encarnación del amor y el deseo, que nada tiene que ver con dormitorios cerrados, fidelidades controladas o escenas frígidas. Se eleva al Eros platónico que es enorme, es social, es filosófico, es político, es artístico, es un motor anímico que se plasma en bellas obras urbanas. Traigo a colación a Gilles Deleuze quien sugiere que los revolucionarios, los artistas, los creadores saben que el deseo abraza la vida, con una potencia productiva de forma tan intensa que casi no queda lugar para ninguna necesidad. Esencia (aquello que hace que los versos de Lecuberri sean precisamente poesía y no otra cosa)Con un verso rutilante, abre la puerta Lecumberri para emprender un viaje místico; cito:
“La noche surca el océano como una garza lóbrega de humo. Adentro de esa matriz nutritiva, preciosos resplandores delatan la presencia de la vida. El ave inserta su afilado pico como un florete de luz en la salada placenta y logra borrarle un instante a la eternidad. Sobre eso han escrito los poetas, sobre eso han fornicado los dioses.”
Esta frase teogónica resulta ser el punto de partida de un ritual iniciático; la concepción, propia de un mito original encierra el verdadero conocimiento de quien ha accedido a los augustos misterios; se recrea en la monita sagrada: “Generación, no creación”, sabiduría hermética condensada que proviene de las antiguas escuelas mistéricas.
En “El anticuario”, Lecumberri se reconcilia con las excursiones cabalísticas en las que había incursionado en el “El jardín de las nueces”
“…los doce nombre se pierden bajo mi lengua,…”
Luego, se remonta al origen de todo y enfrenta los dos grandes principios en pugna:
“…en batallas anteriores a la memoria del En-Sof, desmembrados por el lenguaje desgraciado de la abulia, acudiendo a un córdax como a un ritual sagrado; /beben el cianuro de las salivas de Luzbel; el anticuario repone sus sacramentos invertidos, juega con las lenguas de la muerte, se juega el mundo, deshebra el mundo, pues al fin él es el mundo.”
Nuevamente construye y deconstruye el universo a partir de una gran batalla, la primera batalla, la única batalla, la batalla final, la que se ha peleado desde la noche de los tiempos; donde los grandes demiurgos se enfrentan a través del arma más poderosa de la Creación: “el verbo”; así, incubos y súcubos, coros angélicos y demonios se enfrentan como en los grabados de Gustav Doré.
Y luego de la gran batalla, en la que el engendro de la Creación: el hombre, no fue ni será protagonista, es el destinatario del pecado, de la culpa, del destierro: “…ahora el hombre es su única sombra, la desgarradura del vientre de su madre, el desengaño/como nacimiento… pues ahora llorar no nos sirve de nada,/ como tampoco sirve guardar silencio… Sólo hago antesala por una sombra que no es la mía,/una muerte que no sea la mía, un llanto tan agudo que pudiera sustituirme en el universo, sin que yo me dé cuenta,/ como si la Muerte cambiara papeles con la vida”. “Los recreos de la amargura”, traslucen angustia y el dejo cáustico propio del bocado amargo del cálamo de Lecumberri; como escribiera Jacques Lacan: “Recién ahora los científicos empiezan a tener crisis de angustia…”, “Como la ciencia no tiene la menor idea de lo que hace, salvo cuando surge este ligero acceso de angustia…”; precisamente la angustia, y en última instancia el miedo son formas de poetizar, criterios límite de la existencia, que encuentran sublimación en el canto del bardo:
“Me basta saber que todo se arruina, que los días cambiaron su forma de colocar el horizonte, de distanciar nuestros cuerpos. Me basta saber que los frutos se pudrieron sin desprenderse de las ramas oscuras donde el olvido juega al equilibrista. Acarreo en mis pensamientos los gritos donde el mar acaricia sus heridas de espuma con las manos insensibles de los ahogados y pienso y me asfixio, pues en vano intenté reconstruir tu costado donde anidó el aliento de una playa, y los latidos de mi corazón aún resuenan como la leña que es consumida por las oscuras llamas del abandono.”
Luego, uno de los versos más logrados de todo el texto, cito:
“Me duelo del cielo que no se cae nunca a punto de caerse en cualquier momento como un cendal sobre la memoria, me duelo de tus labios, insomnio de los ángeles, donde las palabras son el perfume que respira un otoño que nunca ocurra, me duele tu nombre que es lo único tuyo que llevo puesto como una unción de bálsamo.”
y a poco nos regala otro verso divino: “…a veces corres/detrás de las lágrimas como el tiempo corre detrás de la eternidad/ para no volver sobre los pasos y negarte que tuviste un camino…”
>Silverio Sandate y Lecumberri.
En “Dopo niente e piu lo stesso”, regresa a las andanzas cabalísticas; asume un papel protagónico y se vuelve ciego como la Casandra homérica o el Edipo mítico, es profeta que lanza una arenga:
“Hay que plantar profetas en el Huerto baldío, /en la garganta seca de los ángeles, para que nos vuelva a sacar lágrimas el llanto /y repoblemos la noche con lunas y estrellas.” Luego, reconstruye en estribillo la sentencia mosáica que pronunció el Altísimo en el Sinaí, y que convierte en oración herética: (Yo soy el que no es) Recurre a drama adonhirámico y consuma el misterio de la metempsicosis:
“…deposito mi cadáver, por adelantado, /para que todos ustedes comprendan que esto que llevo encima es algo distinto… …soy la cripta vacía de ese poeta que no se cansa nunca de morir. Paladeo mi aliento adormecido y pastoso, lo sacudo y en su interior deposito mi lengua salpicada de silencio.”
En ese silencio se ha perdido la palabra sagrada, nos condena a buscarla bajo una rama de acacia, bojo el influjo del Soma de los padres védicos, masticando hojas de laurel como las sacerdotisas del Peloponeso o en los caldos rituales de chamanes. Ahora, arremete como el ángel más bello que ha sido desterrado, que ha perdido el Paraíso, como el Mefistófeles de Milton.
“Ya todos sabemos, sin necesidad de saberlo, que los poetas son anticristos y antipáticos –saben mezclar los licores- y perecen de inmediato, tras un breve lapso de muerte, que reacomodan la ilusión de los prestidigitadores -poetas inexactos- hastiados de hastío, hastiados de la falta de hastío, nada los llena, ni las monótonas parodias, engarzadas en monturas de hierro, / sobre los dientes de la soledad cansada de masticar los huesos inútiles de los vivos.” Concluye: “En la meditación, no claudiqué, fortalecí el deseo, corrupto hasta el desengaño hilo tembloroso mis pies, en los labios verdes del Paraíso.”
Estructuralmente, la poesía se vincula con el espacio sagrado (el centro del universo y soporte de concentración) a través de la meditación; esto, generalmente es representado como un círculo inscrito dentro de una forma cuadrangular. En la práctica, los yantra hindúes son lineales, mientras que los mándalas budistas son bastante figurativos. A partir de los ejes cardinales se suelen sectorizar las partes o regiones internas del círculo-mándala.
Por otra parte, la mayoría de las culturas posee configuraciones mandálicas o mandaloides, frecuentemente con intención espiritual: la mandorla (almendra) del arte cristiano medieval, ciertos laberintos en el pavimento de las iglesias góticas, los rosetones de vitral en las mismas iglesias; los diagramas de los indios Pueblo, etcétera.
Esta revisión del sentido de lo religioso, lo simbólico, lo místico, lo filosófico, queda rubricado en una breve, pero portentoso verso:
“Soñé con un mundo prodigioso, sin cristos ni ideales. Un mundo fantástico, donde los desiertos ocupaban el lugar de los mares.”
Aquí, el poeta asume la paradoja y dialoga con la visión positivista; porque venera la verdadera esencia del maestro nazareno desde la apostasía y coquetea con la idea gnóstica de la dualidad que encierra la realidad del universo.
En este sentido que sus siguientes versos: “Canto a un dios maldito”, “Canto a un dios bendito”, “Abbadon el hermoso”, “Satanás” y “Die scheide von satan”, se convierten en un diálogo filosófico de las dualidades; cito desordenadamente:
“Todo procede de la misma Inercia en ella emerge el tiempo… El ojo que destila nuestras tinieblas finge mostrarnos la Luz del mundo cuando el devenir preciso de los extremos nos parece un ser infinito… Toda caída es suspensión incluso de la palabra el sentido de este poema… Somos el gran desagüe del Absoluto… La sublime vibración de la esencia de cualquier forma es imposible recuperar obsequio o anatema Su método la razón su ciencia es el desencanto…”
Sustancia.
(aquello que comparte versos de Lecumberri con la demás poesía, o sea, una misma esencia);
Aunado a todo el componente esotérico, que brevemente hemos observado en la disertación previa; nos queda claro que nuestro poeta asume su genealogía, se sitúa como continuador de toda una tradición de la poesía mexicana del siglo pasado regodeándose en las reminiscencias de Tablada, Cuesta, Owen; no rehúye de los Contemporáneos: Villaurrutia, Torres Bodet, Pellicer, Novo, incluso los pone a dilagar con los Estridentistas y las demás vanguardias; pero sobre todo, no deja de presentarse humilde ante la trinidad de la poesía mexicana contemporánea: Paz, Becerra y Pacheco.
Basten sólo unas líneas de “Canto a Perséfone”:
“¡Frívola hechicera! Sólo una cosa tuya hay que inspira temor... Tu majestuosa belleza disipada en este álgido socavón que el cauce del olvido agita, como si fueras una hoja perfumada llevando ríos a la deriva.”
SIT LUX
Texto leído por Ricardo Guzmán Wolffer en el Foro Alicia
En la foto, Wolffer.
Moncloe Piscis de Lecumberri
Lo leí con una sonrisa por el gusto de encontrar una poesía a mi medida Son textos que el lector debe concluir. En ellos debe buscar qué es lo que no está escrito:
¿Medusa está contenta con el asalto de Perseo? ¿la amargura es felicidad cuando se asume? ¿hay más vida en lo que tiene el anticuario? ¿el poeta se llena al vaciarse? ¿un Dios puede ser maldito y bendito al mismo tiempo? ¿la carmelita era melancólica por eso no le importó la violación? ¿Prometeo se consuela con su condición o gusta de sufrir? ¿cómo serán las migajas que caen del vientre de Prometeo?
Lo leí con una sonrisa por el gusto de encontrar una poesía a mi medida Algunos textos parecen caer en lo común, pero brota lo inesperado. Lo leí con una sonrisa por el gusto de encontrar una poesía a mi medida El arte gráfico no ilustra los textos: festeja la poyesis. Lo leí con una sonrisa por el gusto de encontrar una poesía a mi medida Leí con alegría, en mi lucha con el suaje poético que enmarca el papel. Lo leí con una sonrisa por el gusto de encontrar una poesía a mi medida Una vez más, constaté la calidad del proyecto VersoDestierro. Lo leí con una sonrisa por el gusto de encontrar una poesía a mi medida
Me voy con una sonrisa por el gusto de encontrar una poesía a mi medida
Poema dedicado a Juan Carlos Abreu y Abreu. (fe de erratas: este poema no fue dedicado a Juan Carlos Abreu y Abreu, fue una mala interpretación por parte de los editores. Una disculpa a Ricardo Guzmán Wolffer).
me cago en esos muy poetas que se sienten muy estetas nunca escriben de las tetas sonarían proxenetas si acaso fueran efebos no les sonarían tan feos
con palabras domingueras que suponen no esperas pasan pronto del mandala a torcer al ángel su ala y la boca le engalana la trilogía mexicana se cree mejor que el Octavio no se duda supersabio lo imagina plagiándole lo irónico quitándole y a Pacheco que vive aún lo supone como atún muy fácil de superarlo ni siquiera terminarlo ni leer sus obras completas pues para qué te molestas
como su rima es genial su asonancia muy especial su gran sarcasmo magistral
sin duda es un principal las metáforas hace bien cómo le brotan de la sien si hace una hace cien las hace dormido también
al presentar es figurín hasta al autor hace pudín y le encanta adornarse culteranismos tronarse del Ovidio apropiarse contra todos topetearse el micrófono le es grande lo imagina como un glande si lo toma no lo suelta y le gusta darle vuelta lo apachurra en su manita le da una lengüeteadita
y luego vieras sus obras de su ego son sólo sobras francamente variopintas más parece chupatintas que aprendiz de literato todavía le falta un rato pero él no se da cuenta cree estar listo para venta
si hoy no es él es ella tan malita como bella
me cago en esos muy poetas que se sienten muy estetas
Andrés, Victor y Adriana, por azares acabo de toparme con la página de versodestierro que habla de la presentacion del libro Moncloe Piscis de José Miguel Lecumberri en el Foro Alicia y con mucha sorpresa advierto que ahí refieren que escribí un poema dedicado a Juan Carlos Abreu y Abreu, sobre lo cual diversas personas escriben en mi contra y en favor de Abreu.
Me parece un error lamentable que hubieran puesto que escribí ese poema "dedicado" a Juan Carlos Abreu. En ninguna parte del envio del poema lo dice, ni lo puse en el propio texto. Si mi intención hubiera sido escribir algo especificamente sobre Juan CarlosAbreu lo habría incluido en el texto, poniendo su nombre y haciendo rimas especifícas sobre aquello que hubiera querido criticar o apoyar. Pero no es el caso. No tengo ningún problema con él, ni pretendo tener uno. Parece mentira que en la poesía suceda ese canibalismo infructuoso que se da en otras disciplinas. Aquí propiciado por un error lamentable, de buena fe, quiero creer.
En uso del más elemental derecho de réplica pido le envien este correo a Juan Carlos Abreu y se publique en la página deVerso destierro. Ya bastante difícil es publicar y publicitar la poesía en cualquiera de sus formas, como para que se hagan pugnas inexistentes e innecesarias, como la que aquí parece haber, sin ser así.
Agradezco los comentarios de los lectores que descalifican mis endechas, me queda claro que le faltan muchas cosas para ser presentados como sonetos o algo parecido, y comparto su indignación por lo que parece un ataque gratuito, pues ciertamente asílo parece el texto, que, insisto, no va dirigido a Juan Carlos Abreu,ni se lo "dediqué", ni me avisaron que sería incluido en una páginacon tales señalamientos. Si yo lo mandé a Versodestierro, fue pensando en que se pubilcara en la revista, como un reto al lector, como una muestra de autocrítica al lector y al poeta en general, como una forma de mostrar que la poesía es parte de quien la escribe, que es algo natural para los que escribimos poesía o creemos escribirla y que losresultados del trabajo no nos hacen "más o menos poetas": al final sólo somos personas escribiendo lo que nos gusta. Si mi intención hubiera sido tener un enfrentamiento con Juan Carlos Abreu, que no entiendo cuál podría ser la causa para ello, ni cómo lo entendieron así en Versodestierro, habría sido específico al respecto. De qué otra forma tendría sentido incluir en mi texto lo siguiente: si hoy no es él es ella tan malita como bella
Encontré alguien que me ha escuchado y me he emocionado Elías Canetti
Saliendo del metro Popotla, sobre Avenida México-Tacuba, a unos 100 metros del ahuehuete donde Cortés lloró su derrota contra Cuitláhuac, se encuentra el Café cultural La Tregua. En evidente homenaje a Benedetti y con todo el toque guerrillero de la militancia cultural. Un lugar de fuego donde la música, la lectura, el arte y la poesía se pican el ombligo. http://cafelatregua.blogspot.com/ Y como la poesía no tiene fronteras, si además se sube al aeroplano de VersodestierrO transborda, camina y se posa donde sea que haya oídos para ver. La lectura en la Tregua llevó las voces más representativas de este proyecto editorial, quienes dispuestos a enfrentar las inclemencias de la indiferencia y el chambismo, alternaron con Luciano, cantaor oficial del lugar. Así es que entre “lamarimorena” y “ojos españoles” se escucharon los versos de Adriana Tafoya, quien con su característica claridad paladeó los versos de “Quebradiza”, donde la autora se duele del abandono y amenaza con morderle la lengua en un beso al amante ido. Un poema profiláctico que considera la posibilidad de “desposeerse” para curarse de amor. En el intermedio de aplausos liderados por los que sí escuchamos, en la mesa 3 un peón come de lado en la quinta casilla, y en la 1 un trío de damas anima el azar. Los muros carmesí encienden el ánimo, el ruido de la cafetera puntúa sus ráfagas de aire capuchino. Risas y un humor de corrillos indolentes no resisten la intrusión poética. Prefieren darle paso a su inercia de sordera. “La reina de los pájaros esbeltos”del poemario “Animales Seniles”, de la misma autora, describe una sensualidad femenina codiciada por la mirada; aquella que puede percibir esa “piel con el dulce pelillo de los conejos”. Responde a lo largo del texto, con gran habilidad descriptiva, las sensaciones que plantea la pregunta final que justifica el poema “Cómo poder decir /que me gusta su amor rupestre / hermético / que es privilegio de unos cuantos?”. La voz profética de Homenic Fuentes se desprende en “Serial”. No niega su inspiración Cioránica cuando afirma que “Nadie debiera respirar”. Repasa un catálogo de imágenes apocalípticas que describen, más allá de los pasajes urbanos, un estado de cosas interiores; una revelación colectiva que pone en evidencia lo que el “maya hindú” esconde “666 la misa comienza. Un niño degollado es apenas la carnada”.
Sentados sobre la barra bebemos café. De la cocina a la mesa desfilan refrigerios. La calle mojada en medio de la noche. Discriminados por la ley obtusa enfilan las colillas de la resignación. La presencia de Roberto Ramos, El Tigre Famélico, en el lugar es ya parte del menú intelectual. Poeta memorioso capaz de recitar al hilo un capítulo completo de Cien años de soledad o el poema más largo de José Gorostiza, Muerte sin fin. Descansa sus brazos sobre la mesa y ofrece sonrisas escondidas detrás de ese tupido bigote donde pareciera guardarse las palabras.
Por un momento se suspende la poesía. Predominan los acordes flamencos. Ante la afrenta transdisciplinaria los aplausos se hacen mudos. Luego de un rato, la voz conciliadora del Tigre abre paso nuevamente a los versos. Da la voz entonces a Víctor M. Muñoz, quien recita, de memoria, como una forma de honrar a su presentador, un soneto. Digamos, sonetino, pues en vez de guardar la estructura de versos endecasílabos que dicta la academia, éste lo construye de ocho. Perfectamente bien rimado, lo que favorece su repetición. Luego explica lo que es una glosa y da ejemplo de ello a partir de “Ojalá que te vaya bonito”, de José Alfredo Jiménez para deconstruir, parafrasear, como lo ha dicho él mismo, glosar, y contemporizar al darle vuelta al melodrama con una pizca de ironía, las octetas de la canción vernácula.
Uno podría pensar que leer para un grupo que no escucha es pasar desapercibido o sin pena ni gloria. Sin embargo, la poesía activa está hasta donde no quiere ser vista. Quedará resonando en los oídos una palabra, una voz, una imagen, que derrumbe las certezas en el momento más inoportuno y entonces, suceda el milagro de la revelación individual. Pero sobre eso no tiene control el poeta. Queda la buena voluntad de los organizadores y el afán de los autores por llevar sus versos incluso, a los pies de un árbol cuya noche triste no alcanza a reconocer.
(Foto: Pascual Borzelli Iglesias) Lectura de Adriana Tafoya, Andrés Cisneros de la Cruz, Homenic Fuentes y Hugo Garduño
Domingo. 6:30 de la tarde. Como citados a misa, los feligreses de Adán se aproximan al templo para oficiar el ritual de la palabra. Para quienes el arte es religión, qué liturgia más preciosa la de escuchar el trabajo de cuatro creadores nacionales, cuyas voces al mezclarse generan una especie de sinfonía Revueltiana en cuatro movimientos, iniciando con las pinceladas impresionistas de "Tintura", poema de Adriana Tafoya, donde el paisaje es protagonista y el misterio del tiempo detenido parece garantizar un permanente drama interior. Liviandad retratada en una escena de la Belle Epoque. Esto a manera de introito, pues "Enmugrecido", retrata la invalidez marginal que se crece al castigo de las calles y construye una utopía en un cajón que es a la vez hogar, transporte, frontera. Sensible al espacio y a la respuesta del público, la autora busca en su legajo el tono más apropiado para sacudir las conciencias del reducido pero ávido público, y poner sobre la mesa su fragancia que habrá de mezclarse con la de ellos tres, otros poetas, si logran percibirla. Y así parece ser. Hugo Garduño, autor de Luz Parda aporta su canto desde la silla. Con desgarbo pronuncia sus versos para sí y nos deja leerlos a través de su lenguaje corporal. Resignación futurista donde gravita un cinismo muy del urbano. "La estación del desierto", "lo que vendrá". De Descifrando el laberinto escoge "Sueños". En sus imaginaciones Freud y Ciorán beben tequila de Hidalgo y endosan la posteridad a una ramera que amamanta ciegos. "y siempre detrás de ti caminará tu yo, porque le diste olvido" Y enfatiza –como si hiciera falta- con la repetición. Pero no importa porque como declara luego "Gusanera": "La existencia tiene el don de no sentir". La participación de Homenic Fuentes es la crónica de un infierno acercado. Un museo del horror en corifeos. Visiones apocalípticas presentes, realidades paralelas, abismos interiores develados en un viaje Dantesco por los círculos concéntricos de la perversión. Cantos de largo aliento van cimentando las estaciones que preparan al iniciado hacia el sacramento del dolor. Me pregunto si "Las delicias de Torquemada"de Fuentes, abreva o reta a Una temporada en el infierno, de Rimbaud. No puedo aun contestar. Son atisbos apenas. Mas hay una aparente contradicción. Y me pregunto también: ¿Porqué vestir la lectura con una fraseología musical que destella una pátina romántica, pre-maldita tan distinta al fondo y a la forma que propone?
"Poema libre", de Andrés Cisneros de la Cruz, estampa la visión del resentimiento estéril a dos de tres caídas. Con "El equilibrista del puente" une los dos extremos del dilema. Y con "Síncopa en sombra" que da una vuelta de tuerca al momento de la lectura, alertando a sus compañeros a preparar sus mejores cartas bajo la (nalga) manga. "La borrosa geografía del dolor / sé / amargo es el rojo semen de un piano/ Tú". Silencios, tiempos fragmentados que suenan estertores de una auto elegía. "Poema homicida" deja en entredicho la moral cristiana y plantea la posibilidad egocéntrica de morir por amor propio.
(Foto: Pascual Borzelli Iglesias)
La última ronda, como en un Jam musical, propicia el lucimiento individual, sin perder de vista la armonía del grupo, que de manera bastante intencionada cuidaron algunos, y otros, al puro "feeling", guardaron también. Cierra Tafoya, con un Ave María negra, donde la madre de dios es una hembra lasciva al servicio de los deseos de un creador perverso. Garduño anuncia el pié de su próximo libro "Reposo". Fuentes se ratifica en su declamatoria sin maestro, persiguiendo un oscurantismo más cerca de lo judicial que de lo macabro. Y del otro lado Cisneros de la Cruz nos muestra el ósculo objeto del deseo, con la pregunta de "Poema porno": "¿Cuánto pesa el cuerpo de un amante cuando pende de un beso?"
Con la imagen del baño rebosante de libros y estantería cultural a sus espaldas, los poetas despiden al público que asistió a la casa de lectura Conejo Blanco, en Ámsterdam 67, esa callecita circular en la Condesa, que algunos nos provoca vueltas de cabeza..
La bitácora de marzo de editorial VersodestierrO propulsada por los poetas Andrés Cisneros y Adriana Tafoya, señala la mezcalería Botica San Angel como sede de la primera lectura de poesía itinerante del 2008, en el mes de la poesía. A pocos metros de la Plaza San Jacinto (Jardín del arte) desperezan sus voces del tráfago urbano dos poetas disímbolos. Su dialéctica fraterniza en la admiración recíproca, y en el feliz acaecimiento de la presentación de sus poemarios. Delirium Videns, de José Miguel Lecumberri, más que una plaquette que se leyera, quisiera ser un carrete elegíaco de leyendas cinematográficas proyectadas sobre la pantalla memorable del amigo ido. Imágenes a partir de otras imágenes que sugieren imágenes. La poesía está en el canto. Dos, tres poemas arrebatados al tiempo cantan la poesía de la lente, a los personajes y sus leyendas, a las historias entreveradas y a las anécdotas que no registra la pantalla.
José Miguel Lecumberri en la lectura
Letras vencidas, cartas marcadas, de Juan Carlos Abreu y Abreu, sarcófago de intimidades compartidas, no con impudor, sino con la veladura oficiosa de un alma arrestada en el Samsara, que de tanto rodar canta al hastío, al desconsuelo, la incertidumbre y la congoja, con aliento templado de gresca espiritual. Y sin embargo, no solo mantiene la belleza del misterio, sino que además la muestra con sobrada compasión y un dejo de asumida derrota “...heme aquí, nunca supe transitar del desconsuelo a la esperanza”. Embebidos de una luz verde-ambarina, los asistentes a Botica San Angel demandan sus remedios a los brujos de la palabra, a los chamanes del verbo. A sus espaldas, la vitrina reflejante exhibe sus esencias en diminutos frascos multicolor. Destella luces que han de chocar con el sonido emanado de los vates. Se asoman parroquianos al 10 C de la calle Francisco I. Madero. Escuchan. No comprenden. Miran. Sólo ven. Intervienen. Preguntan. Desconciertan. Apenas se acostumbran a entender que sí, allí, junto al mostrador, delante de tanto pomo hay un par de poetas disímbolos, comulgando con la palabra. Abreu despliega su ofrenda ritual de fatalidad; trasciende su vocación de avatar y narra los efectos de una rendición ontológica, cantando unas “letras vencidas” cual irrefutables plazos de destino. Con el desconsuelo de quien recuenta los daños para descubrir que “no era necesario” casi nada, porque al final, ni la muerte acaba. Lecumberri, excusa confusión y se suma al canto de Abreu demostrando su todavía más afortunado aliento ensayístico para hacer exégesis de las marcadas cartas de su compañero, y fungir como inductor inspiracional, atando a los versos cabos de genealogía, a la indómita voz que trasciende los ciclos. Transcurre la noche entre el Delirium de Lecumberri y las muescas mánticas de Abreu. El local verdepistache se imanta de poesía. Canta el distintivo maguey de acrílico sobre fondo rojo. La rockola carraspea de nuevo un CD Comensales intrusos al ritual del verbo se imponen con ordinaria sordera. Pareciera que nada pasó. Es invisible el poder evocado. Todo será desvelado en la lectura. Box Populi, la Colección.